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La entrada Mujeres y acción colectiva: una lucha por la justicia y la igualdad apareció primero en La Época – Con sentido del momento histórico.
Por Soledad Buendía Herdoíza * -.
La historia de la Humanidad está marcada por la acción colectiva como motor de cambio social. En este contexto, las mujeres han jugado un papel fundamental, organizándose para desafiar estructuras patriarcales y luchar por sus derechos. Desde el movimiento sufragista hasta las manifestaciones contemporáneas las mujeres han utilizado la acción colectiva como una herramienta poderosa para alcanzar la igualdad de género y la justicia social.
Desde finales del siglo XIX las mujeres comenzaron a organizarse para exigir derechos básicos como el voto y la educación. El movimiento sufragista, encabezado por figuras como Emmeline Pankhurst en Inglaterra y Susan B. Anthony en los Estados Unidos, son un ejemplo paradigmático de cómo las mujeres emplearon la acción colectiva para enfrentarse a un sistema que las excluía. Este movimiento, aunque esencial, ignoró en muchos casos la diversidad de experiencias de las mujeres, especialmente aquellas de contextos no europeos ni norteamericanos.
En México Rosario Castellanos destacó como una de las intelectuales más influyentes del siglo XX, utilizando su obra para abordar la opresión patriarcal y las desigualdades de género. A través de su literatura y ensayos denunció las limitaciones impuestas a las mujeres en una sociedad profundamente conservadora. En textos como Mujer que sabe latín… (1973) reflexiona sobre las expectativas culturales que restringen la libertad de las mujeres y llama a la construcción de una conciencia colectiva que permita transformar estas estructuras. Aunque no lideró movimientos masivos, su pensamiento influyó significativamente en el feminismo mexicano al articular las bases intelectuales para la acción colectiva en el país.
En los siglos XX y XXI el feminismo latinoamericano ha ofrecido perspectivas innovadoras sobre la acción colectiva. Julieta Paredes, feminista comunitaria boliviana y una de las fundadoras del movimiento Mujeres Creando, plantea que el feminismo debe basarse en las relaciones colectivas y horizontales, alejándose de los modelos individualistas. Sostiene que el feminismo comunitario busca “despatriarcalizar” no solo las instituciones, sino también las relaciones sociales y personales dentro de las comunidades indígenas y mestizas. En su obra Hilando fino desde el feminismo comunitario (2010) destaca que la lucha feminista en América Latina no puede separarse de las luchas por la tierra y los bienes comunes.
En línea con el concepto de interseccionalidad desarrollado por Kimberlé Crenshaw, feministas como la argentina Rita Segato han analizado cómo la violencia de género se manifiesta de manera única en contextos latinoamericanos. En su libro La guerra contra las mujeres (2016) argumenta que los feminicidios y otras formas de violencia no son fenómenos aislados, sino expresiones de un sistema patriarcal que se sostiene a través de la violencia estructural. Llama a las mujeres a organizarse colectivamente para enfrentar estas formas de violencia, desarrollando estrategias que incluyan tanto la denuncia como la reconstrucción de los vínculos comunitarios.
En el siglo XXI movimientos como Ni Una Menos en Argentina y las protestas en Chile, México y otros países han demostrado cómo las mujeres latinoamericanas están liderando iniciativas de acción colectiva que combinan demandas por la justicia de género con críticas profundas al neoliberalismo y la violencia estatal. En México el movimiento contra los feminicidios ha sido especialmente relevante, con colectivas feministas como Las Brujas del Mar y Marea Verde que han organizado marchas masivas y campañas de concienciación sobre la violencia de género y el derecho a decidir sobre sus cuerpos.
Alicia Puleo, filósofa ecofeminista argentina, ha añadido una dimensión ambiental a las luchas feministas contemporáneas destacando que las mujeres son las principales afectadas por la devastación ambiental. Llama a las mujeres a formar alianzas globales y locales para proteger tanto los Derechos Humanos como el medio ambiente, argumentando que el feminismo y el ecologismo son luchas inseparables.
La acción colectiva ha sido y sigue siendo una herramienta crucial para las mujeres en su lucha por la igualdad y la justicia. Las mujeres han demostrado que la organización conjunta puede desafiar y transformar las estructuras de poder. En América Latina el feminismo comunitario y la ecofeminismo han puesto en la agenda cómo las luchas feministas deben integrar una perspectiva interseccional que reconozca las múltiples opresiones que enfrentan las mujeres por razones de género, raza, clase y origen. En un momento histórico marcado por grandes desafíos, la acción colectiva de las mujeres sigue siendo una fuente de esperanza y transformación social, liderando cambios no solo en la región, sino en el mundo entero.
* Exasambleísta ecuatoriana.
Opinión | La Época – Con sentido del momento histórico