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Por La Época-.
El presidente electo se ha mostrado muy activo desde el 20 de octubre. En el país ha sostenido una diversidad de reuniones y ha emitido muchos criterios que dan cuenta de la naturaleza que tendrá su Gobierno, radicalmente distinto de los fueron los gobiernos del Proceso de Cambio.
Dentro de sus declaraciones están las referidas a la política exterior. Con la muletilla empleada por la oposición durante dos décadas, Paz afirmó que Bolivia se abrirá al mundo. Vaya novedad. Su falta de experiencia le hizo decir algo que está en la cabeza de sus colaboradores que no tienen relación con la realidad, salvo que se crea que el mundo es los Estados Unidos.
La política exterior desde 2006 a 2025, salvo el año en que estuvieron los golpistas (noviembre 2019 a noviembre 2020), se caracterizó por diversificar las relaciones internacionales hacia países que fuesen o no conducidos por gobiernos de corte capitalista. Ahí están, por ejemplo, Corea del Sur, Turquía, India, Arabia Saudita y otros que ni en broma se los pudiera considerar del campo anticapitalista o socialista. Si las relaciones no fueron buenas con los Estados Unidos es más por responsabilidad de la Casa Blanca que por lo que hizo o dejo de hacer el Estado Plurinacional.
Cada gobierno tiene el derecho de definir su política exterior en el marco de la Constitución Política del Estado que, por mandado soberano, establece la prohibición de que en Bolivia existan bases militares extranjeras. Por lo que ni el Comando Sur ni servicios secretos como la CIA, la DEA y el Mossad, por ejemplo, podrían desplegar sus actividades, aunque es obvio que nunca dejaron de hacerlo encubiertamente.
Dentro de ese derecho que tendrá el gobierno entrante de definir y aplicar su política exterior, Paz lo que ha hecho es dar señales inequívocas de que abrirse al mundo significa una relación estrecha con los Estados Unidos, del que su subsecretario Landau vendrá en representación de la administración Trump al acto de posesión del próximo 8 de noviembre. Pero, como muestra la experiencia histórica, los Estados Unidos piden más de lo que dan, y el hecho de que a la juramentación de Paz no venga ni Trump ni su Secretario de Estado, Marco Rubio, es una verificación del grado de importancia relativa que ese país tiene respecto de Bolivia.
Y ahí salta a la vista que, al menos en esta su visita en calidad de presidente electo a los Estados Unidos, Paz no estuvo bien asesorado. Por lo general, gobiernos en la Región similares al que tendremos lo que procuran es mantener un cierto grado de autonomía frente a la potencia mundial, pues como las relaciones internacionales son también relaciones de fuerza los Estados Unidos no respetan a los que se le subordinan indisimuladamente. Ese es el cuidado que debe tener el presidente electo. Sus asesores le dirán que no se fije en la experiencia del MAS, pero al menos deberían decirle lo que hizo su padre Jaime Paz Zamora que suscribió el Anexo III, producto de la I Cumbre de las Américas en Miami, que militarizaba la lucha contra el narcotráfico, pero que al mismo tiempo en el plano internacional asumió la bandera de que “coca no es cocaína” y que cuando se le terminó la gestión invitó a la posesión de Gonzalo Sánchez de Lozada al presidente de Cuba, Fidel Castro. Ambos hechos molestaron a la Casa Blanca, la que no dudó en presionar al gobierno entrante para que descabezara la Corte Suprema de Justicia y levantara el caso de los “narcovínculos”.
Un gobierno de derecha, como el que vamos a tener, debería asumir el dicho de “ni tan cerca ni tan lejos” de los Estados Unidos.
Opinión – La Época – Con sentido del momento histórico

