Por Luis Oporto Ordóñez *-. Las grandes sublevaciones indigenales, que pusieron en jaque a la administración colonial española, tienen como fuentes importantes a los Diarios / Leer más →
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La entrada Los archivos indigenales en las sublevaciones de 1781 apareció primero en La Época – Con sentido del momento histórico.
Por Luis Oporto Ordóñez *-.
Las grandes sublevaciones indigenales, que pusieron en jaque a la administración colonial española, tienen como fuentes importantes a los Diarios e Informes de autoridades militares españolas que actuaron durante el cerco de Chuquiago, que contaba con una población de 53 mil 260 blancos y mestizos. Se afirma que durante el cerco sucumbieron 14 mil de sus habitantes. El partido de Yungas tenía 308 fincas, además de las comunidades, con una producción de 250 mil cestos de coca por año, que reportaban dos millones de pesos anuales. El corregimiento producía cacao, arroz, vinos de Río Abajo y frutas transportadas por llamas.
Tupaj Katari y Bartolina Sisa
Tupaj Katari, Julián Apaza (1750-1781), líder aymara de los levantamientos indígenas de 1781 en el Altiplano paceño, formó un formidable ejército de 40 mil hombres con el que cercó a la ciudad de Chuquiago dos veces en 1781. Dominó el valle desde tres campamentos: El Alto (bajo su comando), Pampahasi (bajo la comandancia de Bartolina Sisa, Andrés Túpac Amaru y Miguel Bastidas) y Quilliquilli (mando compartido). Túpac Katari se dirigió a Achacachi para reorganizar sus fuerzas. Estableció una especie de Corte compuesta de cuatro oidores que llevaban por distintivo una banda cruzada al pecho y tenían atribuciones especiales: el primero corría con la venta de la coca, el segundo custodiaba los expolios de guerra, el tercero se hallaba a cargo de la plata labrada, oro y alhajas, y el cuarto hacía la distribución de los víveres; y dos capellanes (Isidro Escobar, ayudante de Palca y Julián Bustillos, de Pucarani). Traicionado, fue apresado por los españoles el 9 de noviembre de 1781, juzgado por el oidor Francisco Tadeo Diez de Medina, sentenciado a morir por desmembramiento, tirado por cuatro caballos en Achacachi el 15 de noviembre de 1781.
Bartolina Sisa (1750-1781), hija de una familia mestiza muy numerosa, era la mujer de Julián Apaza, quien la reconocía como virreina. El padre Nicolás Aranzáes la describe como “chola intrépida y audaz” que comandó íntegramente los ejércitos indígenas cuando su marido salió al encuentro de Ignacio Flores, y que tenía don de mando incluso sobre Tupaj Katari, quien “no emprendía la más pequeña acción sin previa consulta a ella. Asistía a las funciones muy alhajada, tenía su asiento bajo de sitial y todos le doblaban la rodilla”. La vida de los españoles pendía de su decisión, dictaba órdenes de proscripción o perdón. Capturada el 2 de julio de 1781, fue sentenciada a la horca, junto a su secretario, por el mismo oidor Diez de Medina, el 5 de octubre de 1782, después de un fallo sumario.
Los archivos indígenas
En el bando indígena no existen fuentes propias, al margen del Informe del padre Borda. La información subyace en el expediente del juicio que consigna las declaraciones hechas durante las confesiones de los indígenas; y numerosas cartas y mensajes intercambiados por los indígenas, que suman 200, que, de acuerdo con María Eugenia del Valle, permiten “reconstruir a brochazos lo que era la vida cotidiana en el campo de los rebeldes, (que) por lo general, no escribieron personalmente sus cartas porque no sabían castellano o porque, si lo conocían, no sabían escribirlo. Incluso puede verse que aun pudiendo escribir usaron amanuenses, seguramente porque ello les daba un cierto estatus”. Sin embargo, son “los propios sublevados los que dictan porque el estilo y la estructura que no son propiamente los que usaría una persona de habla castellana, no cambian, aun cuando hayan sido utilizados diferentes plumarios (…). Es por ello que el epistolario indígena tiene tanto valor sociológico y resulta una magnífica pauta para captar las situaciones y estados de ánimo”. Son cartas de autoría de los líderes indígenas, lo que les da un valor testimonial de primer orden en tanto que al amanuense criollo o mestizo le pertenecen, por lo general, los comienzos y los finales de cada misiva, es decir, su parte convencional, “pero lo esencial de su contenido está en el mensaje que se quiere transmitir, en el cual se reflejan siempre los sentimientos genuinos de quien las firmaban y las circunstancias reales que se vivían”.
Entre ellas está la carta de Ascencia Flores a su marido Diego Quispe el Mayor (Mocomoco, 4 de octubre de 1781); Rosa Luque al Alférez Real Diego Quispe el Menor (Patambuco, 10 de septiembre); Nicolás Apaza a Gregoria Apaza (Peñas, 22 de octubre); Gregoria Apaza a Miguel Bastidas (Achacachi, 30 de octubre); Andrés Túpac Amaru al Alférez Real Diego Quispe (Cruz Pata, s. d.); Casimiro Arias a Quispe el Menor (Taresquía, 1 de septiembre); Andrés Túpac Amaru a Gregoria Apaza (Azángaro, 11 y 24 de octubre); Diego Quispe el Mayor a Diego Quispe el Menor (Mocomoco, 16 de agosto; Capinota, 2 de octubre); Miguel Bastidas a Quispe el Mayor (Cruz Pata, 11 de octubre); del Común de indios a Gregoria Apaza (Sorata, 23 de mayo); de Quispe el Menor al Mayor (Tejar, 10 de octubre).
El archivo estaba conformado por cartas, informes, decretos (los de Andrés Túpac Amaru y Miguel Bastidas), “destinados a sustituir a los funcionarios nombrados por Túpac Katari así como a desconocer sus determinaciones administrativas y militares”.
Escribanos, escribientes, amanuenses y chasquis
Cada jefe indígena, incluidas Bartolina Sisa y Gregoria Apaza, tenían escribanos, escribientes y amanuenses a su servicio. Los comandantes aymaras reclutaron y utilizaron un ejército de escribanos mestizos o criollos, que servían tanto para escribir sus cartas, llevar toda la correspondencia, archivarlas, tomar a su cargo las comunicaciones, como para negociar con los españoles. Los secretarios firmaban y despachaban las comunicaciones, los escribanos recogían la correspondencia y los escribientes y plumarios cooperaban en estas tareas. Los correos o chasquis, a cargo de indios cañaris, como Ascencio Alejo, eran responsables de trasladar la correspondencia rebelde hasta su destino.
Tupaj Katari era atendido por un secretario mestizo y varios escribientes y amanuenses. Basilio Angulo lo acompañó hasta Copacabana, donde escribió dos bandos, en Copacabana y Yunguyo, a nombre del líder indígena y de Miguel Bastidas, instando a los indios a la rebelión. Otro fue el mestizo Bonifacio Chuquimamani, “oficial de pluma de la curia eclesiástica” que “se constituyó en secretario, confidente y amigo de toda confianza” de Tupaj Katari. El escribano indígena Pedro Obaya, “el comandante tuerto”, denominado El Rey Chiquito, era sobrino de Túpac Amaru y brazo derecho de Tupaj Katari. Participó activamente en el cerco a La Paz, propuso un plan para engañar a los españoles con cartas fraguadas para que salgan al descubierto, pero fue apresado en el intento el 27 de abril y ahorcado estando muy enfermo el 4 de agosto de 1781, según Del Valle de Siles y Porfirio Díaz Machicado. Bartolina Sisa tenía a su disposición a su secretario Juan Hinojosa, también mestizo.
Magister Scientiarum en Historias Andinas y Amazónicas y docente titular de la carrera de Historia de la UMSA.
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