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La entrada Las izquierdas latinoamericanas: una radiografía (segunda parte) apareció primero en La Época – Con sentido del momento histórico.
Por Marcelo Colussi (Psicólogo)-.
En relación a los procesos tibios de “socialismo capitalista” (digamos: socialdemocracia), vale recordar lo dicho por la revolucionaria polaco-alemana Rosa Luxemburgo: “No se puede mantener el ‘justo medio’ en ninguna revolución. La ley de su naturaleza exige una decisión rápida: o la locomotora avanza a todo vapor hasta la cima de la montaña de la historia, o cae arrastrada por su propio peso nuevamente al punto de partida. Y arrollará en su caída a aquellos que quieren, con sus débiles fuerzas, mantenerla a mitad de camino, arrojándolos al abismo”.
- Luego de un período de crecimiento y cierto esplendor económico a principio de siglo (ligado en parte al fabuloso despegue económico de la República Popular China, principal comprador de las materias primas latinoamericanas), la relativa prosperidad no pudo mantenerse, y lentamente (no sin la intervención de los Estados Unidos y la presión interminable de las propias oligarquías nacionales) los gobiernos de corte social-popular de esa primera ola fueron cayendo. En el caso de Bolivia, desalojando a Evo Morales, y también en Honduras, yendo contra el presidente Manuel Zelaya, en ambas situaciones a través de cruentos golpes militares al mejor estilo de los que se conocieron durante todo el siglo XX, siempre de la mano de los ejércitos, que siguen siendo fuerzas de ocupación, preparados en la Doctrina de Seguridad Nacional impulsada por la Casa Blanca (aunque ahora se nombre de otra manera, con pretendido énfasis en la defensa de derechos humanos).
- Al día de hoy solo Cuba se mantiene en un proyecto claramente socialista, sin retroceder ni hacer concesiones, pese al bloqueo y a los interminables problemas heredados. Los elementos capitalistas que puedan darse hoy en la isla (que, definitivamente, se dan a un nivel de micro-empresa) no alcanzan a torcer el rumbo socialista del Estado. Pueblo, Gobierno y Fuerzas Armadas siguen ese derrotero, resistiendo los embates del capitalismo global, pese a los enormes obstáculos que imponen los Estados Unidos. Su entrada en los Brics+ puede dar un poco de oxígeno a una situación que cada vez está tornándose más complicada, con recrudecimiento de las medidas que ahogan la Revolución, provocando éxodos de población ante las grandes dificultades del día a día. Es tarea de todo revolucionario en cualquier parte del mundo seguir denunciando y trabajando denodadamente en contra de las medidas de Washington que pretender terminar con el proceso socialista cubano.
- Otros países que pueden nombrarse socialistas presentan innumerables cuestionamientos a ese ideario. Nicaragua, con un discurso pretendidamente antiimperialista, presenta un populismo asistencial centrado en la figura de un aprendiz de dictador rodeado de una nueva burguesía ascendente que nada tiene de revolucionaria. México (con un partido progresista en la Presidencia, ahora encarnado en la figura de Claudia Sheinbaum) y Colombia (con un mandatario con planteos de avanzada, Gustavo Petro, que mantiene su ideario de socialista revolucionario, pero sin el espacio real para ponerlo en práctica, siempre acosado por una derecha troglodita), ambos gobiernos llegados a través del voto popular, abren esperanzas, las cuales no pasan de administraciones no tan marcadamente antipopulares, pero que no cuestionan de raíz –no pueden hacerlo– la primacía del capital y del papel hegemónico de los Estados Unidos en la Región (“capitalismo serio”, pudo decir en su momento la presidenta argentina. ¿Existe eso acaso?). El capitalismo es siempre capitalismo. El caso de Guatemala lo deja ver: si bien existió en los inicios del gobierno de Bernardo Arévalo, a inicios de 2024, la esperanza de un cambio hacia planteos populares, una “nueva Primavera Democrática” como reedición del proceso de modernización de 1944 iniciado por el padre del actual mandatario, la realidad política muestra que los factores de poder efectivos (oligarquía y Embajada de los Estados Unidos) no ceden ni un milímetro en sus posiciones. Los verdaderos cambios sociales, profundos y sostenibles, son algo más que discursos emotivos.
- El caso de la República Bolivariana de Venezuela merece una mención aparte. Habiendo surgido allí un primer grito anticapitalista con la figura carismática de Hugo Chávez, lo novedoso de ese movimiento (se volvía a hablar de “socialismo” y “antiimperialismo” luego de décadas de silencio) abrió enormes expectativas en las fuerzas de izquierda, no solo latinoamericanas, sino a nivel mundial. Seguramente porque la caída del campo popular en todo el planeta –luego de la desintegración del bloque socialista europeo y la adopción por parte de China de mecanismos de mercado– fue tan dura que un discurso que ponía de nuevo en el tapete un ideario caído en el olvido permitía volver a soñar, a tener esperanzas. De todos modos, desde el inicio de ese proceso se vio que lo que se vivía en Venezuela no era una revolución socialista, era en todo caso una mejor y más equitativa repartición de la renta petrolera –lo cual no es poco, dado el grado de exclusión histórica de las grandes masas populares–, pero que no tocaba los fundamentos de la empresa privada. Muerto Chávez (o asesinado por el imperialismo, cosa que nunca quedó clara), la burocracia que siguió dirigiendo el proceso mostró que en su ADN constitutivo no había “revolución socialista”. Sumando a ello la brutal agresión de Washington a través del bloqueo y lo que dio en llamarse “guerra económica”, la situación actual del país caribeño es sumamente compleja. Las fuerzas de izquierda del continente no pueden dejar de defender el proceso emancipatorio venezolano, pero queda la pregunta –con sabor amargo– de hasta qué punto eso es un auténtico proceso emancipatorio. Obviamente, hay que seguir defendiendo la autodeterminación de Venezuela y condenando enérgicamente la intromisión imperialista (de los Estados Unidos o de cualquier potencia que intente saquear los recursos del país). De todos modos, no puede dejarse de considerar que estos “socialismos sin socialismo” dan pie a la derecha para mostrar la ineficacia de estos planteos. La situación de Venezuela es mostrada como la patencia de lo imposible del socialismo: de allí la gente “huye”, pero las dos mil personas diarias que dejan sus tierras en Latinoamérica o el Caribe con rumbo al “sueño americano” no huyen (sic), sino que “migran”. ¿Hipocresía llevada al extremo?
- Otros procesos con tinte popular, social, surgidos de las elecciones democrático-burguesas y elegidos como reacción de las masas ante el empobrecimiento de los planes neoliberales y la represión, tal como es el caso de Chile o Brasil u Honduras, abren expectativas, pero repitiendo lo que sucede siempre en estos planteamientos que no pueden pasar de administrar un poco más equitativamente los capitales dominantes, hay muy cercano un límite. La actual negativa del presidente Lula al ingreso de Venezuela al grupo Brics+ lo deja ver en forma patética: el mandatario brasileño responde fielmente a los dictados de “su” oligarquía y del Imperio estadounidense. Esos límites definitivamente son infranqueables, sin dudas, pues si se pretende ir más allá la represión de la derecha no tarda en aparecer. El caso de Bolivia, complejo, con muchas aristas intrincadas, muestra que dentro de los esquemas capitalistas no se puede avanzar más de un cierto tope. Mientras persista una clase propietaria de los medios de producción (terratenientes, empresarios, banqueros… y una embajada yanqui), seguirá sin detenerse la lucha de clases. Y ya vemos quién tiene más fuerza: las oligarquías, apañadas por la geoestrategia de los Estados Unidos, recurren a lo que sea para no perder sus privilegios. Experiencias de gobiernos progresistas que no pudieron ir más allá del corsé de la democracia formal sobran, todos sacados a las patadas o asesinados por golpes militares: Juan Domingo Perón en Argentina, João Goulart en Brasil, Jacobo Árbenz en Guatemala, Salvador Allende en Chile, Maurice Bishop en Granada, Juan Velazco Alvarado en Perú, Omar Torrijos en Panamá, Jean-Bertrand Aristide en Haití, Pedro Castillo en Perú, a quien ni siquiera se le permitió gobernar un tiempo. Claramente: el sistema no perdona.
- Lo sucedido en Argentina abre preguntas: gobiernos tibiamente socialdemócratas como los peronistas que se sucedieron en años recientes –comenzando con Néstor Kirchner al inicio de esta ola progresista, continuado con Cristina Fernández, luego con Alberto Fernández– no transforman nada de base, más allá de planes con un talante social, claramente clientelares, con burocracias acomodaticias que no pasan de la pirotecnia “revolucionaria” solo verbal. Esas izquierdas débiles, siempre acosadas por las derechas más recalcitrantes, dan pie a un discurso de crítica feroz contra el “populismo”, que sirve para evidenciar las “falencias del socialismo”, permitiendo así (¿generando?) la reacción con propuestas de ultraderecha, como es el caso de Javier Milei o en su momento Mauricio Macri. O como puede haber sido el caso de Bolsonaro luego del primer gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, con Lula y Dilma Rousseff. En ese sentido, vale recordar las palabras introductorias del presente opúsculo, citando a Rosa Luxemburgo.
- El Movimiento Zapatista, una opción de izquierda centralizada en el sureño estado mexicano de Chiapas, no pudo constituirse en un modelo de autogestión popular replicable en todo el país o en otros contextos fuera de México, y si bien en sus territorios se mueve con una lógica anticapitalista con una genuina democracia de base, está condicionado por el contexto nacional e internacional, no pasando de ser una interesante experiencia, pero sin posibilidad real de profundizarse y construir una alternativa socialista autónoma (como Cuba, por ejemplo). Es, de todos modos, un interesante modelo de autogobierno donde las izquierdas pueden aprender mucho. Hay allí un fermento revolucionario muy importante, digno de ser estudiado y replicado.
- Las principales protestas antisistémicas de estos últimos años provienen de movimientos sociales en sentido amplio: campesinos, movimientos de pueblos originarios, desocupados urbanos, movimiento feminista, estudiantes, amas de casa, jóvenes sin futuro. En muchos de ellos no hay una clara agenda socialista, con proyecto sistemático de construcción de un modelo superador del capital privado. De todos modos, la movilidad político-social que van teniendo estas iniciativas abre nuevas esperanzas. En los comités populares de base, en esas experiencias de democracia real, participativa, de espontáneo carácter solidario y comunitario, puede encontrarse el verdadero camino para la transformación social. Las protestas (puebladas) que se dieron en distintos países latinoamericanos unos años atrás, antes de la pandemia del Covid-19, constituyen una fuente para estudiar y sacar conclusiones: ¿por qué esas rebeliones populares no pudieron transformarse en verdaderos procesos revolucionarios? Sin dudas porque faltó una dirección unificada de esas luchas que sirviera como vanguardia con un proyecto clasista claro. Evitar eso fue lo que buscó la derecha con esas monstruosas y sangrientas represiones de años atrás, con esa “pedagogía del terror” que sirvió para neutralizar las luchas.
- Las fuerzas políticas de izquierda que podríamos llamar “formales” o “sistemáticas” (fuerzas políticas, bloques legislativos, partidos comunistas herederos de la dinámica de la Guerra Fría con un referente en la Unión Soviética, ahora sin ese referente) no están de momento a la altura de esas protestas espontáneas. Si bien pueden tener cercanía con las masas en protesta, aún no se constituyen en vanguardias que puedan liderar ese descontento enfocando la lucha anticapitalista. Podrán serlo en un mediano plazo, pero todo indica que no lo son de momento. Tema importante a trabajar, por tanto.
- Ese desfasaje habla de la historia reciente (Guerra Fría, contienda ideológica donde el ganador claramente fue el campo capitalista), de las terribles represiones a que se vieron sometidos los pueblos en lucha (las montañas de cadáveres y los ríos de sangre no se olvidan: la “pedagogía del terror” sigue presente, potenciada por los grupos neoevangélicos y el auge de las drogas ilegales), de la desideologización promovida (desideologización de contenidos de izquierda), del continuo bombardeo ideológico-cultural al que se somete a las poblaciones. Todo lo cual hace que cunda un sentimiento de miedo/desconfianza ante los planteos de izquierda en las mayorías populares, manipuladas hasta el hartazgo con mensajes conservadores, de derecha, en muchos casos religiosos, adormecedores y demonizadores de cualquier iniciativa de cambio profundo. Si no no podrían imponerse candidatos de ultraderecha como, por ejemplo, Javier Milei.
- Las izquierdas (digámoslo en primera persona plural, porque si no pareciera que altaneramente quien lo pone en tercera persona queda al margen de la autocrítica) no encontramos de momento los caminos para seguir adelante la lucha. Lo cual no significa que la lucha haya terminado. Estamos, en todo caso, en un período de resistencia y reformulación. Las causas que motivaron que haya una opción de izquierda (es decir: un planteamiento anticapitalista) no desaparecieron. En ese sentido, no es posible que desaparezca la izquierda, aunque hoy día esté (estemos) algo desorientada (os), cooptada por el discurso “políticamente correcto” de la llamada cooperación internacional y enredada en ese raro –y peligroso– engendro que son las ONGs. ¿Qué resta por hacer entonces? No quedarse en la queja lastimera añorando lo que no pudo ser, la revolución que parecía tan cercana años atrás, pero que no avanzó como esperábamos. En todo caso, estudiar muy concienzudamente la situación, aprender de los errores y, básicamente, ¡no perder las esperanzas, seguir aportando granitos de arena en la construcción de algo nuevo! Que construir el socialismo sea difícil no significa que sea imposible. Valen, para cerrar, palabras de las pintadas callejeras del Mayo Francés de 1968: “Seamos realistas: pidamos lo imposible”.
* Cortesía del blog personal del autor: https://mcolussi.blogspot.com/
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