Por La Época -. El expresidente Evo Morales anunció el 2 de junio pasado el bloqueo de caminos como “la batalla final” contra el gobierno / Leer más →
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Por La Época -.
El expresidente Evo Morales anunció el 2 de junio pasado el bloqueo de caminos como “la batalla final” contra el gobierno del presidente Luis Arce, a quien responsabiliza y no a otros órganos del Estado, por no poder participar de las elecciones generales previstas para el 17 de agosto próximo.
La “batalla final”, en la que supone la derrota estratégica del enemigo –en jerga militar–, entendida como que la fuerza victoriosa ha logrado imponerse sobre la otra fuerza de tal manera que ya no pueda levantarse. Eso, llevado a la situación concreta, implicaba obtener la renuncia del actual Presidente.
¿Ha logrado esa victoria Morales? La respuesta es definitivamente “no”. Está claro que, desde el punto de vista militar y político, ha sufrido una derrota. Al bloqueo de caminos –iniciado el miércoles 4 de junio en varias provincias del departamento central de Cochabamba y otros dos departamentos– se respondió con una operación policial-militar que resultó eficaz con el solo uso de gases lacrimógenos. Y eso solo se entiende por el error militar cometido por las fuerzas evistas, cada vez más conservadoras. El hecho de que los seguidores del expresidente hayan empleado armas de fuego para evitar las acciones de desbloqueo llevadas adelante por la Policía provocó la muerte brutal de tres efectivos en el Norte de Potosí y uno en una zona rural del departamento de Cochabamba. Y esta equivocación táctica de los movilizados produjo una derrota política, tanto más profunda que la militar, ya que la inmensa mayoría de la población, entre los que están los opositores al Gobierno, ha expresado su rechazo a los hechos registrados en los dos departamentos.
Si algo ha logrado Evo Morales con esta medida, consecuencia de su obsesión personal por habilitarse como candidato, es no solo construir un rechazo monumental a su imagen y a su proyecto político, que en realidad nació muerto, sino efectos mucho más grandes y peligrosos: la pérdida de autoridad política y moral de los grandes protagonistas de la Revolución Democrática y Cultural, el resurgimiento del racismo y el cuestionamiento al Estado Plurinacional. No hay que ser brujos para adivinar que un elevado porcentaje de la población no quiere a ninguna de las facciones políticas del campo nacional-popular en el gobierno, de las cuales tres, por si fuera poco, se están presentando divididas a las elecciones y una no se cansa de dinamitar el camino. Lo único que tienen a su favor es que los partidos de la derecha no logran despegar como quisieran, en gran parte porque se trata de viejos actores con propuestas fracasadas.
De aquí para adelante seguramente habrán “otras batallas finales”, pues Evo no renunciará a su idea fija, pero no modificarán el resultado: el ocaso del Proceso de Cambio.
Llegará el momento de un balance más objetivo y general del proceso y sus respectivas coyunturas, pero hay un dato que estará presente: el llamado factor Evo, ya sea como el que sintetizó en su momento la esperanza del cambio y luego como el termidor de la revolución popular. El identificar a Luis Arce como su enemigo principal y desplegar todas las medidas para desestabilizarlo es una prueba de ello.
Opinión | La Época – Con sentido del momento histórico