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La entrada Los cuidados en la agenda para la igualdad en América Latina apareció primero en La Época – Con sentido del momento histórico.
Por Soledad Buendía Herdoíza * -.
El cuidado, entendido como el conjunto de actividades necesarias para el bienestar físico, emocional y social de las personas, ha sido históricamente invisibilizado, familiarizado y feminizado. En América Latina el trabajo de cuidado ha recaído principalmente en las familias y sobre las mujeres, quienes lo desempeñan de manera gratuita o precarizada, perpetuando desigualdades estructurales de género, clase y etnicidad.
El cuidado es sin duda alguna una categoría analítica y práctica política, eje fundamental para la construcción de sociedades más justas. La socióloga argentina Elizabeth Jelin señala que el trabajo de cuidado es un pilar de la reproducción social y una dimensión central en las relaciones de género. A pesar de su importancia ha sido marginado en el diseño de políticas públicas, lo que contribuye a la persistencia de las desigualdades. Según Jelin, reconocer el cuidado como un trabajo implica visibilizar las relaciones de poder que lo atraviesan y transformar las estructuras sociales que lo sostienen.
En este orden de ideas el trabajo no remunerado de cuidado es un subsidio invisible a la economía de mercado, ya que permite la reproducción de la fuerza de trabajo sin que el Estado o el sector privado asuman su responsabilidad. Es así que el derecho al cuidado debe ser garantizado mediante políticas públicas que promuevan su redistribución entre el Estado, el mercado, las comunidades y las familias, tal como plantea la perspectiva del “diamante del cuidado” expuesta por Razavi.
Las desigualdades en el trabajo de cuidado no solo son de género, sino también de clase, etnicidad y edad. Las mujeres indígenas y afroamericanas han sido históricamente explotadas en el servicio doméstico, evidenciando las jerarquías raciales que estructuran las relaciones de cuidado en la Región. De esta manera, la mercantilización del cuidado ha reforzado las desigualdades al trasladar la carga de unas mujeres a otras en situación de vulnerabilidad.
Para Rita Segato el sistema patriarcal no solo se sostiene en la violencia de género, sino además en la distribución desigual del cuidado. Argumenta que el reconocimiento y la redistribución del cuidado son pasos esenciales para desmontar las estructuras que perpetúan la subordinación femenina y construir una sociedad basada en la reciprocidad y el respeto.
En los últimos años varios países latinoamericanos han avanzado en la incorporación del cuidado en sus marcos normativos. Por ejemplo, Uruguay implementó el Sistema Nacional Integrado de Cuidados en 2015, reconociendo el cuidado como un derecho y una responsabilidad compartida. Karina Batthyány resalta que este tipo de políticas son vitales para garantizar el acceso equitativo a servicios de calidad y aliviar la carga desproporcionada sobre las mujeres.
No obstante, persisten desafíos significativos, especialmente en lo que respecta a la financiación, cobertura y calidad de los servicios. Batthyány señala que la sostenibilidad de estas iniciativas depende de una transformación cultural que valore el cuidado como un bien social, así como de una mayor articulación entre los actores involucrados.
Hoy México marca un hito en la construcción de políticas de cuidado que respondan a las necesidades de una sociedad históricamente desigual. La perspectiva de género en el Gobierno impulsa la creación de un Sistema Nacional de Cuidados, el cual busca garantizar el acceso universal, equitativo y de calidad a los servicios de cuidado para niñas, niños, personas mayores y personas con discapacidad.
Estas políticas contemplan el reconocimiento del cuidado como un derecho humano y promueven la redistribución de las responsabilidades entre el Estado, las familias, el mercado y la comunidad. Asimismo, se impulsan campañas de sensibilización dirigidas a la población masculina para fomentar su participación en las tareas de cuidado y romper con estereotipos tradicionales de género. México al incluir al cuidado en la agenda nacional reconoce su papel estratégico en el desarrollo económico y social del país, alineándose con las recomendaciones de organismos internacionales como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que han subrayado la importancia de invertir en la infraestructura del cuidado para alcanzar una mayor igualdad y bienestar social.
La redistribución del cuidado entre hombres y mujeres, así como entre el Estado, el mercado, las comunidades y las familias, requiere de políticas integrales, recursos adecuados y un cambio cultural que reconozca su valor social. Solo así será posible superar las desigualdades históricas y construir un futuro más igualitario para todos y todas.
* Exasambleísta ecuatoriana.
Opinión | La Época – Con sentido del momento histórico