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Por Soledad Buendía Herdoíza * -.
El 13 de enero de 1916, en el Teatro Peón Contreras de Mérida, se celebró el Primer Congreso Feminista de Yucatán. Aquel encuentro, convocado y protagonizado por maestras, escritoras y activistas de la península, marcó un hito porque colocó en la agenda pública, con apoyo institucional poco habitual en la época, demandas sobre educación, ciudadanía y sufragio femenino que hasta entonces habían circulado en círculos más restringidos. La relevancia del congreso no solo fue simbólica: las resoluciones y las propuestas emanadas allí se tradujeron en iniciativas administrativas y legales impulsadas por el gobierno local, abriendo un canal entre el activismo feminista y el Estado revolucionario de principios del siglo XX.
Esta primera acción colectiva fue organizada por un grupo de mujeres yucatecas que ya eran activas en la educación y la vida pública: Consuelo Zavala Castillo presidió la comisión organizadora y participaron, entre otras, Elvia Carrillo Puerto, Rosa Torre González, Beatriz Peniche, Raquel Dzib Cicero y Dominga Canto Pastrana. Más de 600 mujeres asistieron al encuentro. Muchas eran maestras y funcionarias que encontraron en el proyecto educativo y emancipador una vía para cuestionar la subordinación legal y social de las mujeres.
Los ejes centrales del congreso incluyeron la educación laica y profesional para las mujeres, la igualdad de derechos civiles frente al matrimonio y la familia, y el reconocimiento del derecho de las mujeres a participar en la vida política (sufragio municipal y condiciones para la ciudadanía plena). También se abordaron temas polémicos como la educación sexual y la autonomía corporal, asuntos que evidenciaban la influencia de corrientes liberales y socialistas que circulaban en la Región. La fuerza del movimiento en Yucatán radicó en su combinación de activismo desde la docencia.
Al hablar del congreso y del feminismo mexicano de la época no se puede dejar de nombrar a figuras que sintetizaron propuestas y tácticas diversas como Elvia Carrillo Puerto, activista y sufragista originaria de Motul (Yucatán), organizadora de ligas feministas y promotora de campañas por el voto y la igualdad; con su trabajo en el Partido Socialista del Sureste buscó combinar demandas de género con reivindicaciones laborales y sociales.
Hermila Galindo, intelectual y periodista, que impulsó la revista La Mujer Moderna y defendió públicamente la igualdad jurídica y la educación sexual. Participó en los congresos y en debates nacionales que buscaron incorporar la perspectiva de género en la reforma constitucional y en la práctica política.
Consuelo Zavala, Rosa Torre o Beatriz Peniche, maestras y organizadoras locales que canalizaron la fuerza colectiva de las docentes para articular propuestas pedagógicas y políticas
Todas estas mujeres y muchas más, representaron distintos matices del feminismo en México: desde el feminismo liberal y educativo hasta posiciones más próximas al socialismo y a la reivindicación de derechos laborales y comunitarios. La pluralidad de voces ayudó a que el movimiento no fuera monolítico y adquiriera mayor capacidad de incidencia. A corto plazo, los congresos feministas de Yucatán (hubo más de uno en ese período) lograron reformas útiles como la creación de escuelas vocacionales para mujeres, cambios en normativas municipales y mayor visibilidad de reivindicaciones como el reconocimiento de la mujer como sujeto político. Sin embargo, la conquista del sufragio a nivel nacional fue un proceso tardío, el voto femenino en elecciones federales en México no se consolidó hasta 1953. Aun así las experiencias y prácticas organizativas de Yucatán ofrecieron lecciones tácticas, movilización de maestras, alianzas con sectores revolucionarios, producción de discursos públicos, que permearon las luchas posteriores.
A mediano y largo plazo el movimiento feminista mexicano evolucionó en varias oleadas y formatos, desde las demandas por educación y ciudadanía de principios del siglo XX pasó por la inserción de las mujeres en la política partidista y los cargos públicos a mediados de siglo, hasta la emergencia de feminismos de izquierda y de las nuevas olas, incluyendo luchas por la autonomía reproductiva, contra la violencia de género, por la interseccionalidad y la paridad en la representación política en las últimas décadas.
El recorrido histórico muestra varias tensiones persistentes como la relación ambivalente con el Estado, la coexistencia de agendas de clase y de género, y las divergencias entre demandas por igualdad formal y reivindicaciones por transformaciones estructurales. Aun así hay continuidades claras: la centralidad de la educación como herramienta de cambio, la importancia de la organización colectiva de mujeres y la potencia de combinar lucha local y articulación nacional han sido fundamentales. Las acciones y luchas de las mujeres por sus derechos deben ser leídas no como una sucesión lineal de victorias, sino como una historia de continuidades, reversiones y renovaciones donde las voces regionales como la de Yucatán tuvieron un papel fundacional.
* Escritora
Opinión – La Época – Con sentido del momento histórico

